Germán llegaba todas las tardes después es de salir de trabajar, entraba por la estrecha puerta y encontraba a Davinia tras el mostrador. Germán sacaba su mejor sonrisa, se arreglaba el pelo y la chaqueta de ante que solía llevar, el proceso duraba unos instantes y mientras, Davinia solía sonreír con vehemencia , esperando las primeras palabras de German. Esta rutina diaria era su perdición, todos le advertían de que no le traería nada bueno, su psicólogo también. Pero se había convertido en algo que no podía controlar .En muchas ocasiones pensaba que nunca debió atravesar esa puerta , que nunca debió mirarla, pero ya no tenía sentido retorcerse en su pasado, esa situación le hacía daño y tenía que hacer algo. Pasaban los días sin espera y sin cambios , llegaba puntual y tras un rato en la panadería salía con su bolsa de compra y una sonrisa iluminada. Hace unos días Germán comentaba con su amigo Ramón, toda esta historia por enésima vez .Ramón negaba con la cabeza mientras ...