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Mostrando entradas de septiembre, 2011

¿Cuando seré mayor papa?

Esta pregunta, que siempre nos rondaba cuando éramos niños, y que tantos quebraderos de cabeza daba a nuestros padres, siempre ha estado presente. Está claro que en algún momento tenemos ese “cambio” de ser mayores para diferentes cosas. Y aquí me surge la duda “¿seré mayor ya?”. Llega un instante en ciertas situaciones en las que no tenemos claro cómo afrontarlas y nos aparece la duda, necesitaríamos a un “padre-madre” para consultar, para definir, para ..… no temer el equivocarnos. Puede que todo se reduzca, a eso, a temores. Necesitamos siempre a alguien cubriéndonos las espaldas, de esa forma nos sentimos mejor nos sentimos a salvo en las decisiones. Por desgracia también me he dado cuenta de que eso nunca ha sido así. Aprendemos a base de golpes de equivocarnos y la figura del “padre-madre” en muchas ocasiones esta para guiarnos y en otras para ayudar a levantarnos. Siempre necesitamos personas que nos ayuden a tomar caminos cuando no lo tengamos claro, siempre estamos crecie

Ventajas del observador

Ser un avezado observador, ha resultado bastante útil a lo largo de la historia, desde el emperador romano de turno, que veía venir las conspiraciones y les ponía remedio, pasando por los que se quitaban de en medio a la competencia en cualquier ámbito, con el beneplácito de la inquisición. Hasta los que, aprovechando que el compañero no esta, hacen la pelota al jefe para llevarse el puesto. Desde siempre el ver venir situaciones ha resultado útil, a los propios para aprovechar el momento, para sacar partido de cualquier tropiezo del contrario. Únicamente estando atentos a cambios o situaciones. No hace falta aprovecharse del contrario, pero si podemos de la situación, o resolverla o que no nos afecte. Muchas veces el que escribe y observa tiene esa ventaja de la perspectiva Y os puedo decir con certeza que a la hora de ver situaciones el observarlas desde otro prisma hace que se   puedan tomar mejores decisiones. Escribir, me ha enseñado esto, entre otras muchas cosas. Así que, c

Sonríe

              Como en muchas de las historietas, cuentos y otros textos que suelo escribir, las pequeñas cosas de cada día, nos dan ideas para poder escribir lo que pensamos o lo que vivimos y que no miramos simplemente por ser repetitivo en nuestra vida. Sonreír, es algo que a lo largo de un día podemos hacer en muchos momentos, en conversaciones, oyendo la radio, con una lectura del diario de turno. No solemos disfrutarlas porque solo es una más de las sonrisas diarias  a las que nos habituamos y lo malo es que llegan a confundirse con otras más importantes. Llevo unos días de sonrisa permanente de esa que parece dejarte cara de tonto, de esa que quieres dejarla de lado porque parece que tus músculos faciales dicen que no pueden más. Esa sonrisa permanente es simplemente el disfrute de otras, el acordarse de tu hijo cuando se le va a caer su primer diente, recordar la sensación de un abrazo, o la velada que pasas con una persona a la que quieres. Sonreír es algo que sabía hacer

Piensate a quien das la mano

Todo llego, como siempre, en una conversación corriente donde surgió una palabra que me llevo a un recuerdo de algo que Nacho me contó. Me propuse contar su anécdota, por llamarla de alguna forma, y rápidamente me puse en contacto con él, para pedirle permiso para contarla, ya que en su día lo hizo poco más que en confesión. Evidentemente, el narrador que soy yo me valdré de algunas variaciones creativas, licencia del que escribe. Nacho estaba visitando a una amiga (Noelia) en el hospital en el ala de maternidad. Llevaba allí todo el día acompañando a su amiga, en la misma habitación, estaba Maria, una mujer de su quinta año arriba o abajo. Maria esperaba su primer hijo. La situación como en una novela o guión de cine se desarrollo de tal forma y a tanta velocidad que  a veces cuando recuerdo a Nacho contándolo me vienen al la mente las pelis de Esteso y Pajares. A Noelia vinieron a buscarla para hacerle unas pruebas y Nacho se quedo en La habitación hablando con Maria. A los po