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Anabela o Carlos, tal vez fuera Anais y el cuento de las emociones.

 

Foto de Cleyder Duque en Pexels

Tengo que confesar que no soy bueno recordando nombres, normalmente intento hacer un gran esfuerzo, por grabar ese nombre de la persona que me presentan o conozco en mi mente, pero como si no fuera con ella, mi mente prefiere centrarse en otras cosas de las personas que pasan por mi vida. Si que recuerdo cada persona que conozco (si exceptuamos su nombre) los nombres son importantes, pero más lo son y más nos diferencian las huellas emocionales que dejamos, esas si son únicas. Pues resulta que para esto mi mente si que quiere guardar que emociones compartí con cada persona, y como dejo una huella en cada parte de lo que soy.

Hoy tras unas horas de trabajo, en un “break” de esos que la mente te pide, me descubrí hablando desde mis emociones de adolescente, de como era esa vida para mi. Seguramente Carlos y Anabela no se esperaban una conversación de ese tipo, pero Carlos, despojándose de su rudeza, tomo una postura relajada, se sentó y apoyo sus brazos en la mesa, a continuación, abrió sus oídos a mis emociones. Anabel permanecía sentada en una butaca, mientras mostraba una sonrisa de labios cerrados, de esas que llevan tus pensamientos a recuerdos bonitos, apoyo sus manos en la barbilla y se inclino hacia mis emociones, como queriendo descubrir de donde surgieron.

Tras un rato de compartir recuerdos, si si has leído bien “de compartir”, Carlos y Anabela asentían reconociendo esas mismas emociones, sonreían recordando las situaciones que las crearon, e incluso añadieron alguna que deje en un lado de la conversación, por aquello de no contarlo todo. Tras ese rato, algunas miradas de complicidad, sonrisas y huellas emocionales, retomamos el trabajo.

Mientras volvíamos a nuestro lugar, comencé a agobiarme intentando no olvidar como se llamaban, pero tras un breve suspiro de tranquilidad, mi mente me recordó que no olvidaría a Carlos y Anabela, no por sus nombres sino por el momento de emociones compartidas, por el “break emocional”, por las sonrisas, por los silencios cómplices, por compartir un momento.

Tal vez fuera Carlos quien me recordó a Anais, o Anais la que me recordó a Anabela, no lo se muy bien pero nunca olvido una emoción y recuerdo a esa “alma”, a esa persona que un día compartió un rato de su tiempo y de sus emociones conmigo.           

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