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El niño al reves


Once niños y un entrenador. Después de un largo verano, de nuevo el equipo se ponía en marcha. Los saludos del principio, las risas después de las bromas, las historias del verano. El entrenador eleva el volumen, “todos a trabajar”, comienza el entrenamiento, tras una media hora de carreras el sudor y el cansancio hacía acto de presencia, las primeras órdenes técnicas comienzan, y muchos como patos tras el estruendo de un arma, corrían sin sentido bajo la semifrustrada mirada  del entrenador. Tras unos minutos, el grupo comienza a coordinarse, uno de los niños seguía dentro del ejercicio pero con rumbo diferente.

Las primeras palabras de corrección por parte del entrenador, el niño lo mira le dice que no con la cabeza, y ante la nula expectativa del entrenador, el niño comienza a seguir a grupo. Una leve sorpresa recorría la cara del entrenador.

Continúa el entreno, en el siguiente ejercicio de nuevo el niño se equivoca, el entrenador para y rectifica al grupo, para no centrar sobre el niño la explicación, cuando acaba la explicación y dice un motivador está claro, el niño salta con un “no, no lo veo”, el entrenador medio ignora al niño y da continuidad al ejercicio, se fija en el niño y descubre que es el primero en asimilar la explicación mejorando el trabajo de grupo. Uno tras otro, los ejercicios pasaban de un inicio desalentador, a una explicación, la negación del susodicho niño y la sorpresa final del mejor trabajo del niño.

Al acabar el entreno el entrenador comenzó a rascarse la cabeza en señal de no comprender que había sucedido. Intrigado fue a hablar con el niño.
“que tal, como te has encontrado”
 El niño se giró y con una sonrisa respondió,
“genial, muy bien”.
El entrenador continuo con un
“y todos los ejercicios te encontraste bien y los entendías”
El niño continúo respondiendo
“si muy bien, la verdad es que todo genial”

El entrenador se quitó su gorra comenzó a secarse la frente con el antebrazo mientras pensaba que pasaría por la cabeza de ese niño que negaba entender y en cambio realizaba todo perfecto. Así qué fue directo al tema:

“A ver,… si has entendido todo, ¿porque me decías que no lo entendías?, a caso intentabas reírte de mí, o sólo querías fastidiar.
El niño con una leve preocupación respondió:
“Que va al contrario solo quería ayudar entrenador, ni mucho menos enfadarle”.
Al ver el niño, que el entrenador no le entendía, se puso el disfraz de maestro y le explicó la situación.
“Si he estado negando, no es porque no entendía lo que me explicaba, es porque había algunos compañeros, que no lo habían entendido y no lo decían, así que mientras veía que eso sucedía, yo decía que “no” para que de nuevo se explicase y así todo el grupo pudiéramos avanzar.....”

El entrenador con cara de sorpresa, puso la mano en el hombro del niño, le sonrió y le dijo
 “Gracias, ve a casa, mañana nos vemos de nuevo en el entreno”.

 El niño sonrió y se fue corriendo de la cancha hacia su casa. El entrenador se quedo sentado en el banquillo pensando en su error, no un error de falta de sabiduría técnica, sino de experiencia personal, de identificar  lo que no había sido entendido  por el grupo, sin esperar que este se lo dijera. Sonrió pensando la premisa que se marcó hace muchos años, “nunca dejes de aprender, siempre habrá alguien que te enseñara algo qué no sabes”.                   
                       


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