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El saco de Daniel



Hace poco tiempo que Daniel vino a visitarme, con la excusa de un café debido, pero con el hecho de que necesitaba de un “psicólogo” de café y tarde lluviosa. Daniel al igual que muchos, es de los que divaga por la vida tras experiencias, tras ilusiones, remando contra corriente aun sabiendo que no llegara al nacimiento del río que busca, simplemente acabara en un afluente perdido donde dejara la embarcación y volverá buscar un camino a pie.

Como en todos los casos, en los que Daniel venia a visitarme, llevaba  bajo su brazo la historia de una desilusión, de una melancolía, de una añoranza…
En los comienzos de la historia, mientras cogía la taza humeante de café, no pude dejar de fijarme en la bolsa que tenia colgada del hombro, a modo de cartera, pero parecía hecha de tela de saco.

La historia como otras muchas, pretendía ser la de una desilusión, la más que probable esperanza, de que las personas sean como pensamos, que deberían seguir el camino marcado por nuestro recto y trabajado “pepito grillo”. Contaba la desilusión con una amiga, con la que termino la relación tras unos años de compartir vivencias. Su frustración por no haber podido o sabido llevar esa situación.  

Había tenido la misma conversación con Daniel más de una docena de veces, pero se ve que “en la repetición de la plegaria esta la penitencia”. La misma respuesta le di:

 “Daniel debes vivir y hacer lo que creas que debes y no esperar que la gente haga lo mismo que tu, simplemente porque no son tu, cuando algo acaba no busques explicación, guarda los momentos que merezcan la pena, para recordarlos, y sigue buscando otros”.

Esta vez, Daniel asentía, como sabiendo que yo iba a ser igual de “cansino” que las otras veces, reconociendo en parte la razón de la frase. Pero note que la cara de Daniel tenía algo más que decirme. Así que espere en silencio, a que se arrancara con algún nuevo tema, el sonrío, agarro su bolsa de saco, la puso sobre la mesa y dijo:

“Te he hecho caso aquí tienes”, puse cara de circunstancia, como esperando más explicaciones.

“Veras, con un saco que tenía, he hecho una bolsa donde guardar esas experiencias, durante un tiempo, meto en la bolsa algún objeto o foto que me haga sonreír recordando, hasta que creo que ya no lo necesito y guardo el objeto , tengo la bolsa como mi saco de recuerdos y eso me ayuda a llevarlo mejor ”.

Tras unos segundos de asimilación, le respondí en un alarde de sinceridad:

“Daniel eres muy “rarito”, por no decirlo en ingles (“freaky”), pero si a ti te sirve”.

Daniel sonrió, y de sonrisa paso a risa.

Lo que acabamos haciendo para poder salir emocionalmente de las situaciones, sino fuera así, igual no tendría sentido tener un blog , digo yo.

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