Lindando por un
camino que hacia y deshacía a diario, hay un pequeño terreno donde sobresalen pequeñas
margaritas, flores que apenas despuntan sobre la hierba, unas pequeñas
tablillas acompañan la imagen, tablillas con nombres.
Cuando alguien se
aproxima mas, consigue distinguir alguno de esos nombres que todavía no se han
borrado. Arthur, Laika, y algunos mas.
Tenemos mascotas en
nuestras vidas, mascotas que nos alegran en las penas que nos hacen adquirir responsabilidades,
que están pendientes de nosotros porque
generamos con ellas ese feedback que a
veces no generamos con otras personas.
Nos pasamos su vida “utilizándolas”
como descargadores de la dura realidad, y un día sin más desaparecen, nos
afecta con más o menos sentimiento y valoramos lo que hicieron por nosotros,
dejando un hueco en nuestros recuerdos, en nuestra alma.
La intención de
muchos, reviviendo la novela de Mary Shelley seria dejar a su mascota con
ellos, sombría elección parecería a muchos, pero conociendo lo que seguramente
vivieron con ellas no seria ninguna tontería , otros en cierta manera las
reviven a través de los objetos que utilizaban , como remendando su cuerpo para
revivirlo y nunca se desprenden de ellas.
Como siempre, te
acaba pudiendo el sentimiento. Con un pequeño funeral representando todo lo que
perdemos, entre jirones negros, una caja de cartón, pequeñas sonrisas de recuerdos
felices y a ser posible un día soleado. Aunque imaginandose al querido Edward
manostijeras creando la estatua de un ser alado, una imagen angélical, donde los fragmentos innecesarios de hielo vuelan. Y
entonces surge una lluvia de copos blancos.
Despidamos con
esplendor y con merecimiento a alguien que una vez nos hizo sonreír.
Precioso post, David.
ResponderEliminarNo dejes de escribir nunca, amigo.
Que tierna publicación Deivid!!
ResponderEliminar