No hace mucho tiempo, escuche una historia,
bueno solo era una reflexión de un amigo, pero el hecho de hacerlo historia le
da más interés...El hecho es que me hizo reflexionar sobre la forma que tenemos
de ocultarnos de nosotros mismos.
Erase una vez, (uuuyy que guay!!! escribiendo yo un cuento), un condado en
un valle muy alejado. Las tierras de Lothringen
eran administradas por el conde Guy de Ferrieres. Los lugareños trabajaban sus
tierras a cambio de un precio justo y era conocido por ser generoso en momentos
de sequia o catástrofes, no exigiendo el tributo o incluso devolviendo parte de
él, si los lugareños tenían problemas, toda una excepción para la época.
Unos pocos lugareños
trabajaban en el castillo del conde, que protegía el valle, el conde era hombre
de pocos caprichos que apenas salía del castillo y solo disponía de unos pocos
criados a los que pagaba generosamente.
Adeline se incorporo
al pequeño grupo de criados del conde, apenas tenía 18 años, y todo lo que
conocía del castillo fue el día que entro al patio de armas en la celebración
de la primavera del año anterior.
Comenzó haciendo
tareas de limpieza de las estancias, poco a poco fue conociendo las estancias
del castillo. Un día mientras limpiaba las bodegas, observó una puerta de
madera pequeña pero robusta. La curiosidad y el afán de mantenerlo todo limpio
la llevo a abrir la puerta, pero no pudo, estaba fuertemente cerrada. Más tarde,
con la frustración de la juventud que la abrazaba, se acerco a la “dueña” (doncella
de responsabilidad del castillo) y le pido la llave maestra para limpiar una
estancia. Una vez con la llave, bajo rápidamente a limpiar y porque no, a
curiosear el lugar, abrió la puerta y descubrió unas escaleras, que bajaban en
la oscuridad, agarro con fuerza una vela y comenzó a bajar las escaleras. Llegó
a otra puerta que abrió con la llave.
Una pequeña línea de
luz que se colaba por los muros de piedra, hacían que tuviese algo más de luz,
y sin más demora comenzó a barrer el suelo de piedra Al girarse hacia un lado,
contemplo una figura humana enorme, junto a la pared, un grito casi ahogado por
la falta de aire se le escapó, al tiempo que cayó al suelo sobre sus posaderas,
allí permaneció unos segundos eternos. Poco a poco se fue tranquilizando y
pegada a la pared se incorporo sin dejar de observar a la figura. La figura,
cabizbaja y sentada, parecía ser una estatua, Adeline se fue acercando, con mas
curiosidad que miedo, y con precaución acerco su mano para tocar su rostro.
Estaba frio y húmedo pero parecía “vivo”, Adeline se asusto ante ese
pensamiento, no sabía qué hacer, si avisar a la “dueña” o salir, cerrar y que
nadie supiera que había estado allí. Esa enorme figura de “barro” que parecía
respirar vida, la tenia congelada. Tomo una decisión, se giro y salió con
premura de la habitación, tan absorta en la imagen de la figura, que no se
percato de otra, con la que se dio de bruces.
De nuevo Adeline
sobre sus posaderas en el suelo, sin saber que había pasado, alzo la mirada y
vio al Conde Guy de Ferrieres. No podía ser, el primer día y ya se había metido
en un lio.
De nuevo unos
segundos eternos, el Conde, con rostro serio, le alargo la mano, y ella
temerosa accedió a cogérsela. Adeline se incorporo, bajando la mirada, para no
cruzarla con la del Conde, esperando una reprimenda, un castigo, sin saber que
le esperaba.
El conde comenzó a
hablarle en un tono muy serio, de el porque de su estancia en la habitación,
Adeline solo contesto:
-
“Tenia que limpiar!”
en un tono temeroso y casi imperceptible.
Pasaron los días y Adelina
continuaba con sus tareas en el castillo. No podía olvidar la habitación, ni la
figura de barro. Tras una semana, casi sin esperarlo, la dueña se acerco y le
dijo que el conde requería su presencia.
Adeline caminaba con
paso temerosa hacia el salón. Pensaba en que le iba a suceder y que su familia
iba a estar decepcionada con ella.
Vio al conde en la
puerta del salón y conforme llego cabizbaja, este le espeto un “sígueme Adeline”.
Tras el Conde,
Adeline se dio cuenta que iban camino de la habitación de la figura de “barro”.Una
vez en la habitación el conde le pregunto:
-“ que ves aquí?, Adeline”.
Sin saber muy bien
que contestar, le salio:
- “un gigante de
barro”.
El Conde siguió
preguntando:
-“¿porque lo tocaste,
acaso no tenias miedo?”
-“¿debia temerlo,
Conde?
El conde la miro fijamente
y comenzó a hablarle:
“Adeline, eres la primera persona que toca al Golem, él simplemente soy yo, o mejor dicho una parte de mi. Antes de morir mi padre yo era distinto, más cruel, más déspota de lo que un hombre debería ser. Al morir mi padre , en el testamento me dejo la llave de la habitación y una carta en la que describía ,que aparte de las posesiones me dejaba una figura para que no olvidara nunca mi lado que debo ocultar, comprendí lo que mi padre me quería demostrar y tome la decisión de que siguiera escondida. Cuando te vi en la habitación el otro día, no pude más que pensar, en lo que habías visto tras ese Golem, la fealdad, la frialdad, cosas que no quiero en mi, ni quiero que vean en mi. Pero también, me hiciste pensar en que esas cosas eran y son parte de mí, aunque apartadas o controladas, como quieras verlo. El caso es que he decidido, que no necesito ocultarlo. Se quien soy, se quien quiero ser, y para ello no me debe importar si me juzgan por lo que fui, sino por quien soy ahora. Adeline, no temas, a partir de ahora serás la que sustituya a la dueña ,cuando esta se retire, así que serás su mano derecha, yo colocare el Golem a la vista de todos , para recordarme quien fui y que el resto también puedan ver mi otro lado, aquel que decidí un día apartar.”
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