Repetimos las cosas
que nos gustan, que si un plato nos pirra pues ale repito y tomo dos, como si
la gula no existiera. Pero quien se resiste al guiso de una madre, o a las croquetas
de la abuela, o a aquel arroz en el chiringuito. Pues eso que repetimos. Repetimos,
la ropa, muy a menudo repetimos en exceso, algo que nos gusta porque nos vemos
bien con ello, nos sentimos cómodos, o entramos en el campo astral de la
creencia absoluta que nos resalta los bíceps, o nuestras piernas, o el trasero y
vamos convencidos de ello. Nos ponemos hasta aburrir ese modelo con el que nos
vemos cual afrodita o adonis de turno. Aun a riesgo de que al final se nos
conozca por el sobrenombre de "el del polo rojo manzana", o "la
de la falda azul cobalto" o sin mas "el hombre chándal".
Si, somos así,
repetimos sin mas, como animales de costumbres nos lanzamos a la placentera y
alevosa frase de porque si porque me gusta.
Holender, basicamente
era un aprendiz de detective, un poco simple, solo con su intuición y su mirada
melancólica, de no haber hecho nada, ni siquiera bueno.
Esta historia la
saque de uno de tantos libros extraños que caen en mis manos, uno de esos entre
historia vital, redescubrimiento personal y autoayuda. La cuestión era que
Holender como buen animal de costumbres, tomo la decisión de ocultarse bajo un
disfraz para realizar su trabajo. Un disfraz que creía perfecto, uno que por más
que usase no percibía la imperfección, de que siempre era el mismo y que sin
darse cuenta la gente acabo reconociendo como normal. La gente acabo dejando a
un lado la sorpresa y paso a la aceptación, al reconocimiento y como continuación
la indiferencia, esa que Holender confundía con la acción de su magnifico
disfraz.
Uno de los días volvió
cansado al despacho, con su disfraz perfecto, muy agotado tanto que no se
percato de que un vecino reparaba la puerta de la escalera .Holender entro en
su despacho se cambio, quitándose su disfraz perfecto, recogió sus cosas y
salio por la puerta cruzándose con el vecino que antes no vio. El vecino le
saludo y le dijo:
" Ya se va?, no
ha podido encontrar al Sr. Holender?, creo que le he visto entrar en su
despacho seguro que estara dentro" .
Holender descubrió
que su disfraz tan perfecto, no era mas que el mismo, y que el con su disfraz
pasaron a ser el Sr. Holender, su mejor disfraz.
Y es que no hay nada
como repetirse en lo que no somos, para que lo que somos desaparezca. Sr.
Holender varié sus disfraces, y sobre todo no se los crea.
David .................. eres un gran maestro. Enhorabuena, este artículo es una joya.
ResponderEliminarUn abrazo.