Durante un rato, mientras esperaba a Carlos,
deambulaba mirando escaparates en la calle donde habíamos quedado. Muchas
tiendas y poco interés, solo amenizando el tiempo de la espera.
Reconocí en la esquina ,a un hombre , con 30 años
más .Como en el flashback de una película, mi imagen de adolescente en la misma
esquina surgió , vi a ese hombre cortando unos trozos de regaliz y
preparándolos con una goma para venderlos, a 10 ptas el manojo.
La calle era diferente, los comercios más
modernos, un cine que ya no existía, una gran ferretería que desapareció en la
bruma de los años. Lo único que permanecía era el hombre que vendía regaliz.
Era de las pocas ocasiones en las que alguien
permanecía mientras el entorno cambiaba.
¿Esa era la sensación de la inmortalidad?, ver
como a tu alrededor todo cambia, mientras tu, ajeno al resto permaneces
invariable, surfeando por las olas del tiempo. Bonita imagen, al fin y al cabo
tenía que amenizar la espera, y fantasear un poco, entretiene bastante.
El caso es que más allá de las imágenes oníricas
que nos hagamos de lo que observamos , nos gusta engañarnos , rectifico,
complacernos con el hecho de un paso del tiempo mayor ,mejor ,o simplemente más
duradero que el vecino , y ver todo desde una perspectiva del paso del tiempo
nos fascina al tiempo que nos aterra. La mortalidad, que diría Bjorn el grande,
es el paso a previo al festín del valhalla, la fiesta eterna de la inmortalidad. "Joder si me lo ponen así de bien"....., pero aún así somos reacios a irnos.
Mi abuelo decía que la inmortalidad de los mortales,
era la de ser recordados a lo largo de la historia, a lo largo de la vida de
otros. Y en parte es así, un placebo más para no ver nuestra mortalidad como un
fin.
Tras un buen rato de darle vueltas al coco, llego
Carlos con una cara de " lo siento, llego tarde, lo se" yo le
respondí con una mirada de "sí, si te va a tocar pagar las cañas". Me
fui sin mirar atrás, sin mirar al eterno hombre que vendía regaliz y sin
preocuparme de la mortalidad, sólo sonriendo pensando en las cañas que Carlos
me iba a pagar y en las historietas que nos contaríamos.
ENTRAÑABLE, AMIGO DAVID.
ResponderEliminarmuchas gracias como siempre Un abrazo
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